Emilio Fernández, cordobés con grandes conocimientos sobre el patrimonio de Córdoba y sus alrededores, colabora con el G40 desde hace meses en la localización y exploración de cavidades.
El pasado mes de Febrero, Emilio y Abén fueron a explorar una pequeña cueva que Emilio conocía en el entorno cercano al Embalse de San Rafael de Navallana. Un abrigo con una boca enorme, de 12 metros de ancho, 2 metros de alto y unos 10 metros de profundidad, con una pequeña boca al fondo que da acceso a una sala de pequeño techo de otros 10 metros más de profundidad. El abrigo, con hermosas vistas al embalse, ha sido claramente habitado en tiempos remotos. ¿Maquis? ¿Eremitas? Unas extrañas inscripciones en la roca en forma de cruces y otros símbolos llaman nuestra atención.
Dos ojos iluminaban el interior de la primera sala. Acto seguido salió por uno de los orificios de la cavidad un meloncillo. La cavidad ya tiene nombre: Cueva del Meloncillo.
Se aprovechó la salida para continuar explorando esa zona, un cerro amesetado donde afloran las calizas terciariasdel Mioceno y da lugar a la formación de pequeñas cavidades. Se localizaron 4 cavidades más, con la boca de entrada más pequeña que la primera pero todas de aspecto similar: entrada en forma de abrigo con pequeña boca de acceso a otra sala con galerías muy estrechas por las que hay que adentrarse arrastrándose. Las cavidades no fueron exploradas al completo, si bien ninguna parecía tener un desarrollo mayor a 20 metros. Solamente en una de las cavidades se identificaron formaciones litogénicas, una especie de formación coralina y rugosa. En esta primera exploración, tampoco se vio fauna cavernícola.
Estas cavidades no eran aptas para vivir como lo era la primera, no solamente por la estrechez sino por la dificultad de acceso a las mismas: la maleza tapaba completamente las cavidades. Sin embargo, la dificultad en su localización las hace idóneas para esconderse.
Ya era hora de irse, y dejó sin explorarse una buena zona de caliza.
El pasado martes 8 de Abril, de nuevo Emilio y Abén, acompañados esta vez por Carlos (nuestro bioespeleólogo) y Pedro Yuste, retomaron los trabajos de exploración en la zona.
En esta ocasión se inventariaron varias cavidades más, todas de la misma morfología que la Cueva del Meloncillo: abrigos de grandes bocas (entre 10 y 20 metros), techos de 2 metros y profundidad no mayor a 10 metros. Techos completamente negros debido al humo de las hogueras, son claros indicadores de la habitabilidad de estas cavidades, así como oquedades claramente tocadas por la mano del hombre a modo de habitaciones. En una de estas cavidades se pudo ver una inscripción con letra bastante antigua; también en esta cueva, aparecen algunos espeleotemas como pequeños nervios en la roca o estalactitas.
Debido al calor que hacía, las garrapatas y los chinches se hacían notar bastante, por lo que se decidió finalizar el trabajo de exploración y volver el próximo otoño, a poder ser con algún arqueólogo que pueda dar luz a las incógnitas sobre la ocupación de estas cavidades en el pasado.
Se ha decidido incluir 4 de estas cavidades en el catálogo de cuevas de Córdoba, en principio solamente las que han sido claramente habitadas, debido a su más que posible importancia histórica.
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